Día 22
Carne vs. Espíritu
Elegimos naturalmente nuestra carne; lo hemos sabido desde que nacimos. La Escritura dice que Dios nos conoció y nos tejió en el vientre de nuestra madre. Eso significa que Dios sabía cómo sería nuestra carne, qué luchas tendríamos, qué tentaciones, nuestros puntos débiles, nuestros puntos fuertes, nuestras habilidades y nuestro temperamento. Eso también significa que Él conocía nuestro espíritu desde el principio. Él conocía íntimamente nuestro espíritu y que nuestro espíritu nos permitiría vencer los pensamientos y tentaciones carnales cuando nos sometemos a Él. Las Escrituras piden que nuestra carne muera diariamente para que podamos vivir por el espíritu. Una forma segura de que la carne muera es ayunar: matar de hambre a la carne y alimentar el espíritu. A medida que eliminamos la carne y vivimos por el espíritu, vemos los frutos del Espíritu y no los frutos de nuestro mundo.
Mientras ayunas durante estos 40 días, pide continuamente al Espíritu Santo que te muestre el fruto del Espíritu en su vida. Si el ayuno se vuelve desafiante, vuelva a enfocarse en la presencia de Dios, pídale a Jesús que lo anime en su ayuno. El ayuno es fácil en Su presencia. Jesús camina contigo, corre contigo, intercede por ti y te anima todo el tiempo. Pregúntale qué ha visto cambiar en ti durante este ayuno como estímulo para seguir adelante. Pídele al Espíritu Santo que te muestre dónde está el gozo porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza.
Sagrada Escrituras:
Salmo 139:1-24
Oh Señor, has examinado mi corazón
y sabes todo acerca de mí.
2 Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto;
conoces mis pensamientos, aun cuando me encuentro lejos.
3 Me ves cuando viajo
y cuando descanso en casa.
Sabes todo lo que hago.
4 Sabes lo que voy a decir
incluso antes de que lo diga, Señor.
5 Vas delante y detrás de mí.
Pones tu mano de bendición sobre mi cabeza.
6 Semejante conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
¡es tan elevado que no puedo entenderlo!
7 ¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu!
¡Jamás podría huir de tu presencia!
8 Si subo al cielo, allí estás tú;
si desciendo a la tumba,[a] allí estás tú.
9 Si cabalgo sobre las alas de la mañana,
si habito junto a los océanos más lejanos,
10 aun allí me guiará tu mano
y me sostendrá tu fuerza.
11 Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara,
y a la luz que me rodea, que se convierta en noche;
12 pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti.
Para ti, la noche es tan brillante como el día.
La oscuridad y la luz son lo mismo para ti.
13 Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo
y me entretejiste en el vientre de mi madre.
14 ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!
Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.
15 Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto,
mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz.
16 Me viste antes de que naciera.
Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro.
Cada momento fue diseñado
antes de que un solo día pasara.
17 Qué preciosos son tus pensamientos acerca de mí,[b] oh Dios.
¡No se pueden enumerar!
18 Ni siquiera puedo contarlos;
¡suman más que los granos de la arena!
Y cuando despierto,
¡todavía estás conmigo!
19 ¡Oh Dios, si tan solo destruyeras a los perversos!
¡Lárguense de mi vida, ustedes asesinos!
20 Blasfeman contra ti;
tus enemigos hacen mal uso de tu nombre.
21 Oh Señor, ¿no debería odiar a los que te odian?
¿No debería despreciar a los que se te oponen?
22 Sí, los odio con todas mis fuerzas,
porque tus enemigos son mis enemigos.
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan.
24 Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda
y guíame por el camino de la vida eterna.
Gálatas 5:24 NVI
24 Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos.
Romanos 8:13 NVI
13 Porque, si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero, si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.
Lucas 9:23 NVI
23 Dirigiéndose a todos, declaró:
—Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.
Romanos 7:4-6 NVI
4 Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. 5 Porque, cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba,[a] las malas pasiones que la ley nos despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para muerte. 6 Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito.